La tasa de morosidad sigue creciendo

Un mes más, y ya van cinco, la tasa de morosidad sigue al alza, haciéndonos ver que lo sucedido en septiembre de 2010, con una ligera mejoría, no fue más que un espejismo del que poco a poco nos hemos ido dando cuenta con la crudeza de la realidad que nos golpea a diario.

En el mes de febrero, la morosidad se situó en el 6,190%, por encima del 6,061% del mes de enero, y muy por encima de la tasa de febrero de 2010, cuando se encontraba en el 5,38%, con lo que en un año hemos asistido a un incremento en la morosidad de 0,8 puntos porcentuales.

Con estas cifras nos estamos acercando peligrosamente a uno de los máximos históricos que se produjo en septiembre de 1995, justo en lo peor de la última gran crisis que ha azotado a nuestro país, cuando la tasa de morosidad se encontraba situada en el 6,206%.

Desglosada por entidades, los peor parados son los bancos, con una tasa de morosidad del 6,36%, y un volumen total de 52.793 millones de euros de deuda en mora, una situación que los bancos achacan a la reconversión de las cajas en bancos, lo que está provocando, a su vez, la reconversión de la deuda hacia éstos últimos. Este porcentaje de tasa de morosidad de los bancos es la más elevada desde noviembre de 1994, cuando se encontraba situada en el 7%.

Las cajas, por su parte, y como consecuencia de su reconversión en bancos, dejan su tasa de morosidad en el 6,063%, para un volumen total de 50.286 millones de euros, mientras que las cooperativas de crédito se vuelven a mostrar, una vez más, como las más seguras con un buen, dadas las circunstancias, 5,241%.

El problema radica en que con estas tasas de morosidad tan elevadas, las entidades financieras seguirán limitando el crédito hasta el extremo, concediéndolo sólo a personas de sobrada y demostrada solvencia, y, en todo caso, en condiciones más ventajosas, tanto desde el punto de vista de accesibilidad, como desde la perspectiva de la rentabilidad económica.

En definitiva, la morosidad dificulta la normal relación entre las entidades financieras y los ciudadanos, lastrando la recuperación económica.

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