¿Recibes la calidad que pagas?

Como probablemente os ocurre a muchos de vosotros, prefiero la calidad a la cantidad. Sin embargo, mi idea de producto de calidad no siempre va asociada a una gran inversión en un producto más caro de lo normal. A veces es así, pero no siempre, y en muchas ocasiones un mayor precio no implica una mayor calidad o adecuación a lo que necesitas. En este punto ya hay menos gente que coincida conmigo y muchas veces me encuentro discutiendo sobre aquello de que «nadie da duros a cuatro pesetas» (curioso comprobar cómo ciertas frases ya no son aplicables). En resumen, hay artículos en los que sencillamente no merece la pena el gasto extra. Los siguientes ejemplos pueden ilustrar mi punto de vista mucho mejor.

Ropa de moda

Cierto tipo de ropa cambia tan rápidamente que no tiene sentido comprar algo caro o de calidad, hecho para durar, cuando en seis meses quedará obsoleta. Por eso reservo mis inversiones en el vestido y el calzado para el «fondo de armario”, el tipo de prendas que no se van a pasar en varias temporadas, o probablemente nunca. Sandalias “de tiras”, el tradicional vestido de fiesta negro, una buenas botas de piel, etc.

Material de cocina

En muchas casas podemos encontrar carísimas vajillas y cuberterías, así como todo tipo de electrodomésticos para cocinar, algunos de ellos realmente muy caros. En realidad, y muchos expertos lo aseguran, no hay ninguna necesidad de gastarse 30 € en un cuchillo de cocina que va a hacer el mismo trabajo, y con idéntica eficacia, que uno de 10 €. Un cuchillo caro no hace un mejor cocinero y algunas personas harían mejor en tomar unas cuantas clases en lugar de comprarse accesorios caros… si entendéis lo que quiero decir.

Cremas para la piel

¿Alguna vez habéis oído hablar de la marca la Mer, o de la Prairie? Siempre pensé que si un tarrito costaba más de 100 €, tenía que ser una crema auténticamente milagrosa. Con el paso del tiempo acabó cayendo en mis manos una de estas famosas cremas, no porque cayera en la tentación de comprarla, sino porque me la regalaron. Me hizo muchísima ilusión y tengo otra cosa que agradecer por ella, ya que usarla religiosamente me hizo ver que no obtenía ningún resultado especial que no lograra con cremas de marcas mucho más modestas. Y cuando digo mucho, hablo de un 80 o un 70% más baratas. Lo mismo me pasó con una crema anticelulítica, así que  acabé por aprender que las cremas milagrosas son como las dietas milagrosas: un carísimo engaño.

Vino

Hace no mucho leí sobre un experimento que un psicólogo había hecho sobre este producto, y cómo llegó a la conclusión de que las personas entrevistadas decían que el vino les sabía diferente en función de cuánto pensaban que costaba la botella. Los voluntarios afirmaban sistemáticamente que el vino de 80€ les sabía mejor que el de 10 €… cuando en realidad se trataba del mismo vino. Esto le llevó a concluir algo que muchos ya intuíamos, y es que inconscientemente pensamos que cuanto más caro es algo, mejor es su calidad. En muchas ocasiones es así, y en el caso del vino ciertamente suele serlo, pero la diferencia no tiene por qué ser tan enorme como podemos llegar a pensar.

A pesar de todos estos ejemplos, tengo buenas noticias. Los consumidores no somos tontos y aunque podamos creer que un producto más caro siempre es de mejor calidad, eso no significa que lo compremos.

En otras palabras, puedo creer que La Mer tiene mejores cremas que Vichy, pero eso no me lleva a gastar un buen porcentaje de mi sueldo en ellas. Y los estudios demuestran que la mayoría de los consumidores siguen esta pauta, a no ser que sean extraordinariamente ricos. Un punto a favor de la sensatez de los consumidores.

¿Tienes algún ejemplo de producto que te parezca demasiado caro para la calidad que ofrece? ¿Hay otro más barato que te funcione mejor?

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One Response to “¿Recibes la calidad que pagas?”

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